El arrastre

Miércoles 22 de abril

Mañana normal como muchas, lleno de energía por la noche completa de sueño. La mitad de mi día de trabajo se realizaría fuera de la oficina esta vez por lo que recluté a Daniela como mi copiloto para el mega recorrido por la ciudad. Es mucho más fácil así porque no tengo que buscar lugar para parquear el carro cada vez sino que ella puede quedarse ahí mientras yo bajo. Empezamos recogiendo unos papeles en el camino y luego nos dirigimos al centro, cerca de la calle los ríos y 9 de octubre a retirar un equipo. No tuvimos muchos problemas ahí y como todo salió tan rápido y estaba adelantado según el itinerario aproveché que estaba en el área para averiguar donde conseguir el switch de arranque para mi carrito, el cual me había sido sustraído ya meses atrás. Recorrimos la calle Los Ríos y fui indicado con efusividad por vendedores con limpiaparabrisas en sus manos, los locales donde posiblemente encuentre la pieza necesaria. Caminé por la cuadra pero solo me supieron indicar otros locales en otras calles. Tratamos de llegar a estos otros lugares pero luego de quedarnos atrapados en unas calles traficadas, desistimos y decidimos continuar con el trabajo.

Siguiente parada era Urdesa, pero ya estas alturas eran casi las 11 am y nosotros mal desayunados queríamos corregir esta situación. Equivocadamente entré a frutabar porque Daniela, quien hablaba por teléfono justo cuando nos bajamos del carro, me indicó o pareció indicar que este era nuestro destino. El lugar es agradable y la comida es muy buena, pero no estaba dentro de mi presupuesto de “desayuno rápido”. Nos dimos cuenta del error de comunicación cuando ya teníamos el menú en las manos y la vergüenza pudo más, además de que los batidos son buenos. Pedí uno de mora, Dani pidió agua y luego nuestros respectivos sánduches cuyas mitades intercambiamos para variar un poco el desayuno.

“¿Es suya una camioneta?” dijo la mesera. “No” le respondí. “Ah, porque se la lleva la grúa” dijo ella de vuelta. Me quedé impactado por la noticia y decidí asomarme solo por si acaso. Hubiera preferido no hacerlo, de esa forma hubiera terminado mi comida en calma y sin tener que salir corriendo del lugar como un loco gritando cosas inentendibles hacia la grúa. La oficial de transito que se encontraba ya subida en la grúa no hizo caso a mis plegarias, y el señor mecánico que en ese momento se encontraba debajo de mi carro desactivando mi sistema de freno de mano, solo me repetía constantemente que saque el freno de mano y que lo haga pronto. Antes de sacarlo saqué mis cosas del carro y ya Daniela apareció a mi lado a ayudarme con todo. Furiosa me contaba que la vigilanta no le dio la más mínima atención y que ante sus plegarias con casi llanto solo recibía “no” por respuesta. Anonadados, parados en la mitad de la calle, con más cosas de las que podíamos cargar en las manos, observamos como el carro se alejaba de nosotros, dejándonos con esa horrible sensación de que te acaban de engañar de alguna forma.

Resulta que 50 metros antes de donde me parqueé hay un letrero que dice “no estacionar”, el cual, luego descubrí, esta tapado por otro letrero. No solo el letrero no se veía, sino que solo se aplicaba al área entre dos postes, los justos 50 metros. Mi carro se encontraba parqueado justo al lado del poste del final, con la mitad de adelante en el área permitida y la de atrás en el área prohibida. Ya solo en base a esto último debía haber pagado media multa.

Era imposible darse cuenta que no era el lugar apropiado para parquear porque a esa hora no hay tantos carros en el área por lo que los espacios vacios se encontraban repartidos por toda la calle, dando la impresión que esta área prohibida no era prohibida y simplemente estaba vacía como las otras.

Volvimos a pagar la cuenta y armar nuestros paquetes en algo manejable para luego empezar a caminar y salir de la impresión. Yo estaba molesto, ya pensando en todo lo que me iba a costar pero Daniela estaba sorprendida, impactada por todo el asunto y por ser la primera vez que experimenta algo así. Yo en cambio he salvado mi carro de ser arrastrado por la grúa más de una vez y esta es la primera que llego demasiado tarde como para pelearle al vigilante la razón del arrastre.

Caminamos y mientras lo hacíamos nos encontramos con aquel monigote gigante de cierto candidato que cruzaba las calles en una ruidosa camioneta. El monigote lucía desgastado pero burlón como sabiendo lo que acababa de suceder yo solo lo odiaba en silencio cuando en realidad debí tomarlo como una señal, un mensajero de tragedias. Aquí les reproduzco la imagen del monigote previamente publicada en esta entrada.

Es como si siempre lo supo, se le nota

Nos acaloramos de caminar y ahí ya tomamos el inevitable taxi que nos llevaría a casa. Al cerrar la puerta de dicho taxi, un punto exacto muy sensible en mi rodilla hizo fuerte contacto con la manija para subir el vidrio de la puerta del taxi, causándome un dolor de esos que para no gritar no puedes abrir la boca y por lo que Daniela tuvo que recitar la dirección de la casa. A los pocos minutos el dolor se fue aunque había una ligera molestia.

Al llegar a casa me bajé normalmente, pagué al taxista y entre a la casa. Pasaron 5 segundos antes de que una extraña molestia que rápidamente se convirtió en dolor atacara mi rodilla. Vi y sentí como esta se inflamó con rapidez y casi sin darme cuenta no pude con mi propio peso y terminé en el piso quejándome. Daniela no sabía que hacer y estaba extra alterada porque Daniel debía de ser recogido del maternal en ese momento. Le dije que se vaya y entre arrastradas y brincos logré subir las escaleras para acostarme. El dolor era terrible e imparable, ninguna posición era la correcta y la inflamación era obvia a la vista. Me hicieron llegar algo de hielo y por las siguientes dos horas pasé acostado tratando de dejar de sentir dolor. No pude.

Pero el carro estaba en el canchón y debía ser rescatado. No quería mandar sola a Daniela y luego de todo el tiempo de descanso y el hielo decidí ponerme de pie. Aceptaré que fue mi orgullo masculino lo que me llevó a pararme, aún no estaba listo y me dolía bastante pero estaba avergonzado por tan exagerada respuesta de mi cuerpo a un golpe que al ser descrito suena tan simple. No fue mientras corría en la maratón ni mientras volaba por las calles en mi bicicleta, no fue una caída en la cancha mientras me llevaba a los defensas o en una pelea contra pandilleros mientras salvaba a una ancianita de ser robada, me pegué con la manija de plástico de la puerta del taxi y fue la puerta que vino hacia mi, movida por mi mano, en resumen me pegué yo mismo.

Pedimos un taxi para que nos lleve en lugar de ir en el carro de Daniela porque después yo no podría manejarlo de vuelta. No tardó mucho en llegar y pronto salimos, yo medio mareado en el asiento de atrás, hacia donde creíamos que era el canchón, frente al terminal terrestre. Nos bajamos allá y luego de buscar un cajero dentro del terminal para sacar lo necesario para tramites canchoneros, empezamos a caminar hacia nuestro supuesto destino. Medio perdidos en el terminal llegamos al filo de la concurrida avenida y Daniela le pregunta a un vigilante si estábamos en la dirección correcta. Resultó que no, que estábamos en el barrio equivocado. El canchón quedaba en la Cdla. Marta de Roldós y nosotros ahí parados, con poco tiempo ya y pocas esperanzas. Nos tomó algo de tiempo cruzar la calle y mi cojera no ayudaba, el polvo y la falta de taxis nos demoraron y esperamos pacientemente solo para ver al mensajero de la desgracia, al monigote ese, pasar una vez más por la calle, saludándonos con su manita de cartón que tantas ganas tenía de destruir.

Otro taxi después y estábamos en el canchón correcto. Averiguamos y aparentemente el asunto no era tan difícil. Había que presentar la cédula del dueño, la matricula y el SOAT. Estos dos últimos estaban en el carro por lo que pedimos permiso para revisar el carro. Le dimos vuelta a ese carro pero no dimos con el SOAT por ningún lado. Angustiados por la desaparición del SOAT se nos ocurrió, con tal de salir del problema, sacar otro. Cuando recordé el valor de este seguro con respecto a mi carro me eché para atrás, pero justamente en un puestito improvisado de venta de SOAT que se encontraba afuera del canchón, descubrí que ya estaba caducado y de todas formas tendría que comprar otro. Fantástico.

Un señor nos dio el dato de que ahí mismo cobraban carísimo y que más allá había un lugar donde vendían el seguro mucho más barato, normalmente usaría mi sentido común para evitar el extra esfuerzo pero a estas alturas del día y con el dolor de la pierna, mi razonamiento no estaba en su mejor momento y aquel consejo de un extraño me pareció una buena idea. Cruzamos la avenida caminando bastante y subiendo escaleras del paso peatonal hasta llegar al área. Era algo lejos del canchón pero al llegar la Srta. nos atendió muy bien y efectivamente el asunto salió mucho más económico aunque no divulgaré la razón para proteger a quien tan amablemente nos ayudó a salir del embrollo. Después de todo si fue buena idea.

Pero igual pagué como 90 dólares.

Ahora se nos presentaba el problema del dinero, el cual originalmente iba destinado a la multa del canchón pero terminó siendo usado para el SOAT. La chica del seguro nos recalcó que había un cajero en media ciudadela pero que era muy peligroso aventurarnos allá. En el registro civil municipal también había otro pero el peligro también era grande. A ese nos aventuramos, Daniela algo asustada pero yo, ya tan ofuscado por todo que estaba seguro que podría vencer a cualquier ladronzuelo. El guardia no nos dejó entrar “ya está cerrado” dijo y con otra derrota en los hombros nos paramos en la calle a pensar. Había que moverse al cajero más cercano así que una vez más a levantar la mano y gritar ¡Taxi!

Con este nuevo taxi íbamos hasta el mall pero por suerte una gasolinera mucho más cercana nos ofrecía su cajero automático. Felices y en el mismo taxi volvimos al canchón a hacer todas las filas y pagar todas las multas. La multa por mal parqueado es de 25.80 dólares, el valor de la grúa es de 40 dólares. Con ese precio le hubiera dicho a la grúa que deje no más que yo lo manejaba solito hacia el canchón, me parece un abuso porque no le dan opción a uno, es un servicio que debería pagar la Comisión de Tránsito ya que es a ellos a los que les hacen el favor de moverles el carro, a mi solo me hacen un perjuicio. Y lo digo en serio, si me hubieran dado la opción de manejarlo yo solo directamente con el vigilante acompañándome en el carro pues lo hacía, puede que me moleste y todo por el letrero camuflado pero soy honesto y lo hubiera manejado derechito al canchón.

Salimos de ese horroroso lugar a 10 minutos de que cierren, mucho más pobres y sin nada nuevo más que la sensación, una vez más, de haber sido engañados de alguna forma. Camino a casa paramos en la farmacia para comprar una crema para mi rodilla y yo, un poco fastidiado por todo, decidí comprarme un dulce en la tienda más cercana para premiarnos por todo el trabajo del día. En casa, Daniela me puso la crema en la rodilla porque ella sabe que odio la textura de la crema tanto como ella odia la del talco así que cuando toca hacer aplicaciones de cualquier de esos dos productos cada uno está asignado a hacerlo. Teníamos planes con amigos para esa noche pero ambos estábamos agotados. Ella se quedó dormida y yo pensando que ya no se levantaría cancelé los planes. Tuve que cancelar la cancelación porque si a Daniela le presentas la oportunidad de ir al cine a ver algo de Disney nada la detendrá peor aún ella misma.

Daniel no se quería dormir y cuando lo hizo la hora era la exacta para llegar al cine y toparnos con nuestros amigos a ver la película EARTH de Disney. Este documental en lo personal no me mostró nada que no se puede ver ya en Animal Planet. Debo aceptar que algunas de las tomas fueron impresionantes, la del tiburón fue la que más me impactó y de seguro que las señoritas y algunos caballeros suspiraron con los patitos que se lanzaban de los arboles a un piso lleno de hojas solo para aprender a volar. El resto de mis compañeros se emocionó mucho más por la película y luego de salir de ella la conversación en el parqueo fue dominada por este tema. Si tengo que decir si o no digo si, o sea la película me gustó es solo que tenía expectativas de ver algo nuevo, algo distinto a otros documentales de naturaleza. La gran diferencia que noté fue que por un lado evitaban mostrar escenas de sangre, pero por el otro dejaban muy claro cuando una muerte se iba a dar, no se si no ver la sangre le quita lo macabro al asunto. También sentí un aire de crueldad con eso, más de una vez nos hablaron del terrible destino de algún animalito, narrándolo de una manera deprimente y acompañándolo de música diseñada para la tristeza y solemnidad que solo un animal que se dirige a la muerte te puede dar, y la cámara se va y se aleja lentamente y tu te das cuenta que para el momento en que estas viendo esta película, ese animal ya está muerto.

Y luego a casa y a dormir.

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