Goleada social

Viernes 1 de mayo

Esa mañana decidí hacer algunos trabajos manuales en casa. Primero reconstruí el desastre que era mi computadora, la cual permanecía sin tapa y con la tarjeta de video desconectada desde que tuve la crisis informática en el trabajo. La limpie por dentro, reconecté la tarjeta, la cerré y le puse todos sus tornillos y luego la volví a poner en su lugar correcto y enderecé el mueble en la que descansa. Luego seguí con la puerta del estante del baño que había perdido los tornillos en la bisagra inferior y colgaba cada vez que la abrías.

Después me puse a taladrar un huecos en la pared del closet para colocar los soportes de “la superficie metálica en barras cubiertas de plástico blanco que normalmente se utilizan en este tipo de closets ligeros, cuyo nombre no recuerdo.” Muchos meses atrás toda la estructura se vino abajo en un aparatoso accidente y recién me doy tiempo para repararlo pero al final tengo más espacio para camisas.

Se hicieron las 12 súper rápido y debía salir pronto a ayudar a Azael en la transportación de un futbolín para la fiesta de más tarde. Fuimos diestros para sacarlo de la habitación sin desarmarlo y luego para desarmarlo al pie del carro porque no entró por la puerta trasera. Un destornillador cada uno y los niños del barrio observaban nuestra velocidad, asombrados.

Luego de dejar todo en su lugar salí volando hacia la reunión de integración de mi trabajo. El evento consistía en, según yo, comida y luego un campeonato de futbol, pero resultó ser al revés. Llegaba tarde y hambriento y cuando explicaron que la comida sería al final del campeonato empecé a buscar una solución a mi problema pronto. Unas tortillas de verde serían la solución y como no era el único hambriento del lugar se hizo una colecta y así todos disfrutamos de lo que en el momento sabía a lo más delicioso del mundo.

El ambiente era frenético, la testosterona estaba en el aire mientras el equipo de nuestro canal batallaba en la cancha contra el equipo de la empresa de al frente que resulta ser un comisariato. Había mucha audiencia y decidimos pasar el partido en vivo por la señal del canal, lo que atrajo aun a más público. Era el segundo tiempo y después de espectaculares goles y hasta un lesionado, el partido iba empatado y nos acercábamos a los penales. Cuando se dio el pitazo el silencio reinó y todos estaban atentos al desenlace. La esperanza se vio cuando nuestro arquero en un despliegue de tamaño y suerte, se lanzó al piso deteniendo la última oportunidad de gol del otro equipo, dejando todo en las manos, o en los pies de nuestro querido administrador que sería el último en patear.

La gente no le tenía mucha fe y algunos ya esperaban dentro del canal para evitar la vergüenza de la derrota, pero al final el gol se dio y la celebración fue acorde al momento, gritos inundaron las calles y jugadores fueron levantados en hombros por otros. Yo me mantuve alejado del festival del sudor que fue ese gran abrazo, pero aplaudía con entusiasmo desde la verdad. No jugué por una sencilla razón, soy malo, muy malo y no quería que mi equipo pierda y tampoco estaba interesado en perder la dignidad.

Enseguida rodaron las cervezas cortesía del comisariato del frente. La vuelta olímpica con trofeo incluido se dio afuera y adentro celebrábamos con comentarios de las mejores jugadas. El administrador pasó a ser el héroe de la tarde y de ahí en adelante se le conoció como “el 10”. Así avanzó la tarde y luego nos movimos a otro local donde pudimos disfrutar de la comida contratada previamente, una parrillada deliciosa con todos sus ingredientes completitos. Todo esto rebajado con 6 jabas de cerveza para todo el personal. Ya había caído la noche y yo observaba preocupado el reloj, sabía que ya estaban todos en la fiesta futbolera de cumpleaños de Wendy pero no podía irme y abandonar la fiesta de integración, siendo jefe de departamento y todo.

Bebí bastante pero no llegué siquiera a marearme algo fuera de lo común para mí. Estoy seguro que el hecho de que las cervezas no pararan de rodar era algún plan para que me quede por más tiempo por el hecho de no poder manejar, lamentablemente no funcionó. A eso de las 8 salí y me despedí efusivamente de algunos que ya estaban del otro lado, luego me enteré que estuvieron hasta la 1 am hasta que los sacaron.

Al llegar a la otra fiesta noté que estaba en mi peor estado, con la camisa equivocada ya que tenía que usar una camiseta de equipo de futbol, sin afeitar, despeinado y oliendo a cerveza. Por suerte ya me esperaba Daniela con la camiseta lista, así que entre con velocidad y sin saludar, directo al baño. Hice lo que pude por mi cabello y me cambié. Al salir saludé como se debe y rápidamente ataqué aquello que llamaba más la atención en la sala, la fuente de chocolate.

Ya estaba enterado de la cantidad salvaje de frutillas que se habían comprado y disfruté de esa fuente chocolatosa como si no hubiera mañana. También alcancé los dos últimos sanduches que fueron de mucha ayuda para mantenerme sin hambre más adelante. En poco tiempo empezaron las actividades planificadas por los anfitriones y fuimos divididos en dos equipos, Los Simpsons y Smallvile, sin tener idea aun de la razón para nombres tan peculiares. Al inicio no estaba de humor para jugar y solo la insistencia de la cumpleañera me llevó a pararme frente al futbolín, pero al final me sorprendí de la cantidad de diversión que llegó con el partido, al punto de quedarme picado cuando perdimos por apenas un gol. 12 a 11 fue el marcador aunque yo estaba confiado porque pensé que había un gol menos y estábamos empates. Aquellos que tengan acceso a las fotos de esa fiesta verán el desagrado del resultado en mi cara.

Menta, Amareto, cervezas, hice todo lo posible para al menos llegar a happy pero se me hizo imposible. Se llenó mi estomago antes que mi cerebro y en ningún momento de la noche llegué a estar como quería, eso fue lo único que me molestó de todo pero quien sabe y de pronto fue lo mejor. Al avanzar la noche juegos de mesa fueron nombrados y en poco tiempo estuvimos jugando tabú en dos grandes equipos de 8 personas cada uno.

Luego de eso el deseo de competencia solo creció y pronto estuvimos jugando a las mímicas pero adivinando películas. Los equipos se hicieron en base a los nombres, aquellos cuyo primer nombre fuera de la A hasta la E se fueron conmigo. Éramos un grupo sólido de comunicadores y eso nos facilitó el asunto, además que contábamos con un buen grupo de pensadores de títulos de películas imposibles de actuar, como el pugilista (te dirán el boxeador hasta el día siguiente) o el color purpura. Además buscaron los títulos más desconocidos entre el cine independiente y eso ayudó a darnos la victoria.

Dimos por concluida la noche a eso de las 2 am, cuando una ligera lluvia nos ahuyentaba del patio. Despedidas y todo y directo a casa. Al llegar allá la falta de sueño atacó de nuevo y una discusión con Daniela no ayudó mucho por lo que me fui a la sala a ver televisión. Estuve una hora más haciendo zapping hasta que me quedé dormido en el sofá y no lo supe sino hasta el día siguiente.

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