Mi mayor logro, mi mayor orgullo

Martes 3 de marzo

Otro día en el trabajo, pero este el peor de la semana. Llegué a enterarme que una de las computadoras, aquella donde guardamos todos los archivos importantes desde hace 2 años, al parecer había presentado una falla irreparable y era necesario formatearla. Para los que no lo saben, este proceso borra todo y reinstala el sistema operativo. Por lo general este proceso no implica riesgo para los archivos porque estos se encuentran en un disco separado del sistema, pero la última vez que se lo hizo, algo pasó y el sistema se instaló en el mismo disco de los archivos.

Ahora, nadie debe tocar esas máquinas sin mi permiso, aunque el daño los detenga de trabajar, deben por lo menos llamarme y nadie lo hizo. Se muy bien, ahora más calmado, que el formateo fue hecho con la buena intención de adelantar el trabajo y librarme del problema, pero igual debieron contactarme, por algo soy el jefe.

Lo peor es que nadie se había dado cuenta, me hablaron casualmente del asunto y yo me alejé del lugar hacia mi oficina, dando cada paso más lento mientras aquellos engranajes imaginarios de mi mente daban vueltas y motivaban a los ratoncitos, también imaginarios, a hacer los cálculos pertinentes y movimientos de archivos mentales que pondrían aquella horrible conclusión frente a los imaginarios ojos dentro de mi cabeza. Lo habían borrado todo.

Todo mi trabajo, desde hace dos años, cuando los empleados de mi departamento eran solo uno, yo. Cuando a fuerza de lo poco que sabía de diseño y edición me propuse a realizar un trabajo para el que no estaba preparado y para el cual me entrené a base de investigación y manuales en internet. Soporté calor e incomodidad, presiones injustas y largas horas de trabajo, mucha tensión y a veces crisis nerviosas por metas inalcanzables auto impuestas. Así somos los auto destructivos. Las fotos de los primeros eventos, los archivos de los primeros programas, las primeras ediciones y ni hablar de las cosas actuales, trabajo de varias semanas que debía culminar y ser entregado esta semana pero que ahora no existía.

No me avergüenza decir que este evento me destruyó emocionalmente. Tuve que salir del lugar y dar una vuelta en el carro, mientras manejaba la llamé a Daniela; con el manos libres porque soy responsable y no un salvaje como tu, desadaptado. Le di las quejas y me terminé de desmoronar en el teléfono. Luego me calmé y volví a la oficina, sumido en una depresión.

Olvide mencionar que grité, insulté y prohibí completamente el uso de las computadoras de la oficina para cualquier tipo de asunto personal, llegando a amenazar con el despido inmediato a quien sea visto cerca de un icono del messenger. Ahora que volví, todos estaban callados y el rumor ya se había corrido, yo que por lo general soy muy permisivo, demasiado para mi cargo, ahora había impuesto prohibiciones acompañadas de gritos, inusual y sorprendente y hasta algunos pensaron, admirable.

No todo estaba perdido, existen programas que permiten recuperar archivos borrados, pero este era un disco de 250gb lo cual es mucho. Necesitaba otro disco donde poner lo recuperado y la única computadora que aún funcionaba, que es la de combate, estaba full de otras cosas. Decidí llevarme el disco borrado a casa y trabajar allá en ello, pero el día aun no terminaba.

Solo quedaba una pc de las tres que tenemos en nuestro departamento. Son las más poderosas de toda la empresa y sostienen todo el material audiovisual importante y transmitible. Esta última sobreviviente, la más importante para efectos del día a día, presentaba en ese momento problemas para abrir el programa que utilizamos para transmitir vídeos. Empecé a buscar soluciones inmediatas, como restaurar sistema o reinstalar el programa, pero nada funcionaba. Con cada intento, la pc se ponía peor, trabándose por completo con cualquier programa y finalmente bloqueando windows por completo. La cereza sobre el helado.

Ese día no pudimos transmitir un par de programas, la gente se tuvo que conformar con disculpas y lo mejor de mi colección de dvd's piratas. Mi plan emergente fue llevarme las 3 computadoras, para trabajar en ellas esa noche en mi casa, ya que era imperativo que por lo menos una funcioné para el día siguiente. Como un funeral, dos personas llevaban cada uno un cpu, hay que recordar que son máquinas más grandes y pesadas que las normales, así que íbamos 6 personas en fila directa hacia mi carro, mientras los demás miraban con tristeza y casi llanto.

Al llegar a casa Daniela me recibió con un abrazo y un cinnabon para subirme los ánimos. Al verme la cara de derrotado me dio espacio y tiempo para una inusual siesta. Yo no soy del tipo de tomar siesta, supongo que el impacto emocional tuvo algo que ver. Cuando desperté me sentía mucho mejor, Daniela me dio mi cinnabon calientito con una taza de chocolate y me terminó de componer, estoy muy agradecido con ella, sin aquella rehabilitación no hubiera podido trabajar esa noche.

Me mantuve todo el resto del tiempo, hasta la media noche, haciendo respaldo de toda la información de la ultima máquina dañada, la cual es realmente la más importante. Me llevó mucho tiempo copiar casi 250 gb de archivos, aprovechando la oportunidad para organizar y borrar lo innecesario. Tuve que remover físicamente el disco duro y reubicarlo en mi máquina para hacer esto, llenando el cuarto del polvo acumulado dentro de las máquinas del trabajo. Daniel estaba muy interesado en las entrañas de estos equipos así que la palabra más repetida esa tarde/noche fue su nombre acompañado de un signo de admiración, algo así:

¡Daniel!

La dejé lista para darle formato y reinstalar el sistema el día siguiente, pero esa noche ya no podía más. Me fui a dormir con aquel primer día de trabajo en la cabeza, recordando a aquel muchacho que siempre huía de cualquier trabajo que le diera la mínima incomodidad y como murió aquel día que dije basta, en este si me voy a esforzar, cueste lo que cueste haré de este canal mi mayor logro y mi mayor orgullo.

Después de mi hijo, claro está.

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